En Calafell (Tarragona) hay un poblado íbero que se conserva tal y como se hacia antiguamente. Es un lugar que sorprendió a grandes y pequeños.
Una breve introducción te sitúa en la época y te explican en paneles informativos la importancia de estas tribus en España y concretamente en esta región. Hay algunos juegos didácticos para los niños a la entrada.
Nada más entrar nos dejaron poner cascos de guerrero, pero la sorpresa vino después porque el chico de la puerta, a modo de secreto, le pidió a mamá que nos dijera a los niños que cogiéramos algarrobas y que dentro de algunas casas encontraríamos disfraces para ponernos. Algún incrédulo no cogió y luego tuvo que volver a por ellas cuando descubrimos la cabra que había en uno de los corrales donde los iberos guardaban el ganado.
Los adultos accedieron por una pequeña puerta al interior del poblado amurallado y nosotros por la atalaya de madera.
Es admirable la reconstrucción y el mantenimiento del poblado. Hablamos con uno de los chicos de mantenimiento que nos comentó que estaba haciendo brasas, porque al llover la noche anterior los techos estaban blando y debía hacerlo como si viviera alguien dentro, encendiendo pequeñas hogueras para que secaran paredes y techos, como harían sus antiguos moradores.
En ocasiones, realizan talleres de cerámica, trabajos en arcilla y reciben visitas escolares.
El poblado es como un pequeño laberinto donde vas a tu aire o sigues la ruta indicada. Puedes entrar en todas las viviendas, lo pasamos en grande jugando a las "casitas". Los interiores están decorados con réplicas de objetos hallados en las excavaciones.
Es el único poblado totalmente reconstruido en el mismo lugar donde se hallaron sus ruinas de toda España. Estuvo habitada en el s. VI a. C.
Es fácil hacerte una idea de cómo se vivía allí, la ciudadela recrea a la perfección la vida de los pobladores. Hay paneles explicativos en cada estancia con importantes detalles, aunque están únicamente escritos en catalán. Pero al entrar te dan folletos con gran información.
Hay zona de picnic junto a la Ciudadela, en un bonito pinar. Por lo visto había una antigua discoteca (eso nos pareció) al llamar nuestra atención una avioneta como si hubiera chocado.
Por cierto, ahí mismo podéis comprar la entrada conjunta para ver la fortaleza defensiva y el Museo Barral, es como una casa de marinero que está en el pueblo, frente al mar. Que pese a ir dentro del horario, inexplicablemente estaba cerrada. Consultar los horarios en el panel de entrada.
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