La ciudad de Tarragona (Tarraco para los romanos) está dividida en dos ciudades muy distintas: la moderna y el casco antiguo. O quizás en tres si contamos la zona de pescadores, o cuatro si contamos la romana... ¡Bueno, ya me estoy liando! Yo la veo así.
Son barrios diferentes, pareces estar en lugares distintos.
Visitamos el anfiteatro romano, el circo, la catedral,murallas, paseamos por sus avenidas, calles, plazas... La plaza de la Imperial Tarraco con sus patos, ese chorro de agua tan alto que te puede mojar si cruzas el puente, las sombras de los árboles, columpios... parece un oasis en medio de la ciudad. Nos sorprendió gratamente encontrarnos con un mercadillo en la rambla con algunas antigüedades, venta de flores, quioscos...
y mientras llegábamos al Balcó del Mediterrani desde donde divisas el Mar Mediterráneo en toda su inmensidad.
Delante del anfiteatro y frente a la Torre de Las Monjas cogimos el Tarraco Tren después de comer en una pizzeria de La Rambla Nova. Esta avenida es una arteria de la ciudad. Sus calles adyacentes también están repletas de restaurantes y tiendas.
Con los cascos puestos y escuchando las explicaciones pasamos por la playa, el puerto, la estación de ferrocarril, la necrópolis, pero lo que más le gustó a mi madre fue el casco antiguo, con las calles estrechas, rinconcitos, placetas,... no paraba de hacer fotos. Estoy segura de que si la hubiéramos dejado se hubiese bajado del tren y se perdería entre esas callejuelas, pero después de comer no nos apetecía mucho. Lo único con lo que nos quedamos un poco arrepentidas fue no entrar al museo. ¡Siempre nos quedan cosas que no hemos visto por las que volver!
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