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lunes, 18 de abril de 2016

LAGRASSE, Pueblo etiquetado como uno de los más bellos de Francia.


La visita a este pueblo nos traslada a la edad media donde la vida giraba entorno a la gran abadía y fue así como se comenzó a poblar de artistas y artesanos. Cuentan que la abadía de Santa María de Lagrasse fue fundada en el siglo VIII por Carlo Magno, aunque ya estaba habitada por monjes ermitaños. Carlo Magno, deseoso de cristianizar todo territorio musulmán, dotó de hasta 30 monasterios la región de los Pirineos.

La abadía de Lagrasse es de las más prestigiosas de Francia. Se pueden visitar dos partes: la pública y la de los monjes benedictinos, por la que nosotros nos decantamos. Ellos mismos son los que poco a poco van reformando esta parte. Algunos de ellos pueden hacerte de guías, pero como nuestro francés es nulo decidimos ir por nuestra cuenta. Antes puedes ver un DVD de 12 min. que presenta la vida cotidiana de los canónigos. Para la visita sólo has de seguir las flechas.


La vida de los Canónigos Regulares de la Madre de Dios suscita mucho interés, ya que toda la tradición se remonta a San Agustín (+430). Con la entrada participas en la restauración de esa hermosa abadía de la que se encargan los monjes (4 € adultos y 1€ niños de 6 a 15 años). Las misas y oficios litúrgicos de cada día son cantados en gregoriano. Están abiertas a todos.


Además del precioso claustro, nos gustó mucho el huerto y jardines. Es una evocación a los tres periodos de la historia de estos jardines: el primitivo de los primeros ermitaños, el medieval (siglos V-XV) y el Renacimiento (siglo XVI). ¡Encontramos hasta una calabaza gigante!


Los jardines fueron muy importantes; ya que no sólo sirvieron para abastecerse de alimento, distracción y trabajo, sino que estudiaron las plantas medicinales cultivadas en cuadros en el jardín. Permitían curar a los numerosos enfermos acogidos en el hospital de la abadía. Los monasterios contribuyeron así a los progresos de la farmacopea.
A las niñas les resultó muy curioso y les llamaba la atención los monjes anclados en tiempos pasados de retiro espiritual y rezo. Es muy curioso asomarse a su estilo de vida y un privilegio.
















El pueblo creció en la orilla opuesta del río Orbieu. Al salir de la abadía, llegamos hasta allí, donde muchos niños jugaban y se refrescaban. Nosotros esta vez no íbamos preparados, pero nos metimos hasta la rodilla y descansamos un rato.

















Seguimos con la visita por las estrechas calles empedradas para descubrir un pueblo bohemio y artístico. La vida allí, a pesar del turismo, parece tranquila. Los aficionados a la fotografía van a disfrutar mucho.

Calles, iglesias y rincones preciosos.

Mercado medieval

Comimos en un restaurante de la calle principal, donde hay amplia oferta y aunque estaban llenos conseguimos mesa. El menú con platos típicas de la región estaba buenísimo. Yo pedí ensalada con queso y confit de pato. Os aseguro que es el más exquisito que he probado. (Por poco me quedo sin cuando les di a probar a las niñas.) Ellas pidieron hamburguesa casera.


En Lagrasse hay un museo de miniaturas de 1900 (así se llama), pero no nos pareció demasiado relevante y a las peques no les llamaba mucho entrar; así que lo omitimos.

Puente viejo

Se conservan joyas del medievo tan auténticas como el mercado del año 1315, murallas, torreones y puertas de entrada, el puente viejo (primera constancia en 1303), la pequeña iglesia gótica de San Miguel, mansiones, escudos,... nos pareció un lugar excepcional y más si has leído "Los Pilares de la Tierra" ;-)


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